Sense8, la odisea emocional de las Wachowski

He tardado un par de años, pero al fin he saldado mi deuda con esta atractiva, intensa y estimulante ficción de Netflix. Como todos sabréis ya, Sense8 es la serie escrita y dirigida por las hermanas Wachowski en la que ocho personas de ocho lugares distintos del planeta comienzan a sentir una conexión que cambiará su forma de percibir y concebir el mundo. De esta manera se nos presentan ocho protagonistas, ¡ocho!, cada uno con su historia y su trama (algunas más mundanas, otras más “peliculeras”, todas con un crescendo bastante interesante) que irán compartiendo en esta especie de mente colmena que les une.

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Un policía de Chicago, un actor mexicano, una DJ islandesa que vive en Londres, una ex hacker transgénero (puntualizo por la importancia del personaje para entender el concepto que trasciende la serie en cuanto a tolerancia e igualdad dentro de la diversidad, así como la evidente significancia de un personaje que ha pasado por el mismo proceso que las propias directoras/guionistas de la serie) , un conductor de autobús keniata, una alta ejecutiva coreana, un alemán amigo de lo ajeno y una farmacéutica hindú con serias dudas acerca de su matrimonio concertado son los protagonistas de esta novedosa propuesta.

Novedosa en varios aspectos, empezando por una narrativa al principio un tanto caótica en la que no se dedica un episodio a uno o dos personajes, no, en todos los episodios se cuentan las historias de los ocho, saltando tranquilamente en un momento de un plató en México D.F. a una oficina de Seúl o un barrizal de la afueras de Nairobi. Al principio puede llegar a abrumar, pero con el paso de los episodios te vas acostumbrando a este puzle, a esta “macrotrama”, esta idea que une las consciencias, las vidas, de estos ocho desconocidos sin importar el punto geográfico en el que se encuentren.  Todo fluye y las escenas sorprendentes derivadas de esa unión se suceden para nuestro disfrute.

Otro aspecto destacado de la serie Sense8, apuntado brevemente arriba, es la presencia de una heterogénea paleta de personajes en la que tienen cabida prácticamente toda raza, estatus social, orientación sexual o cultura, con una clara vocación inclusiva, de derribar barreras en una sociedad que aún está lejos de abandonar tan rancias posturas.

En este sentido destaca la naturalidad, como debe de ser, reflejada en las distintas relaciones de los distintos personajes, en la emoción y belleza derivadas de esa naturalidad. Gran trabajo, y excelente química, la que demuestran los protagonistas, todo el reparto en realidad. Es difícil destacar a uno sobre el resto, recordemos que es una serie coral en la que los protagonistas están unidos en la más amplia acepción de la palabra. Todos tienen sus momentos y todos hacen un gran trabajo con sus respectivos personajes.

Mientras que la primera temporada trataba de la presentación de personajes y del descubrimiento (tanto por parte de los propios protagonistas como de nosotros mismos como espectadores) de qué narices está pasando, quiénes son estos “sensates” (el nombre que se da a la gente con este don o particularidad) y por qué les pasa lo que les pasa, en la segunda temporada la serie expande sus miras dentro del grupo, ya como un equipo, acerca de lo que pueden hacer, el poder que tienen juntos y como enfrentar la grave amenaza que pone en jaque su supervivencia, la temida POB. Solidaridad, empatía, manada. Todos distintos, cada uno con sus fortalezas y debilidades, casi invencibles cuando trabajan juntos. Hay que decir que esta segunda temporada sube la apuesta, también la intensidad y, una vez conocidos los personajes principales, entran otros nuevos y se expande la mitología alrededor de los sensates.

La serie de Netflix Sense8 sigue la máxima de que “hay más cosas en este mundo que desconocemos de las que conocemos”, lo cual da pie a explorar diferentes tipos de comunicación, de conexión interpersonal que van mucho más allá de la telepatía, la telequinesia, la proyección astral u otros clásicos de la ciencia-ficción. Sobresale la conexión emocional, algo así como una empatía nivel bestia, siendo una serie en la que todos los personajes sufren las desgracias propias y ajenas, así como disfrutan de los buenos momentos y los placeres de la vida intensificados por la fuerza y la unión del grupo. Reseñable el papel del sexo en la serie, muy presente y muy intenso. El personaje de Donna Bae dice en el especial de Navidad algo así como que “existimos gracias al sexo, y por tanto tenemos que honrarlo”. No hay duda, en Sense8 el sexo queda debidamente honrado.

La serie de Netflix es una oda a la las relaciones humanas en todas sus vertientes, al amor y al dolor como elementos de conexión entre ellas. Es una serie profunda e íntima en la que es fácil cogerles cariño a los personajes, pero no deja para nada de lado la acción. Probablemente se trate de una de las series con mayor ritmo que recuerdo, siempre están pasando cosas, siempre estamos viajando alrededor del mundo, picoteando en las vidas y en los problemas de los ocho. Es una obra de las Wachowski, y las vibrantes escenas de acción marca de la casa están ahí, acentuando en ocasiones el drama, poniendo a los personajes al límite y elevando el espectáculo. Lo mismo se puede decir de su potencia visual, siendo Sense8 de lo más vistoso que se puede encontrar en televisión hoy día. Sus imágenes logran trasmitir la belleza de la vida y de nuestro mundo, ayudando la multitud y diversidad de localizaciones, las distintas ciudades (casi un personaje más cada una), con sus ambientes, su luz, su cultura… Un envoltorio hermoso en el que se mueven los personajes en busca de sus sueños y su libertad.

Miedo, rabia, deseo, amor. Sense 8 es todo eso y más, la odisea emocional de las Wachowski, una obra que atrapa y que te hace creer que existen otros mundos más allá del nuestro. Una serie diferente y valiente con la que merece la pena entrar en contacto.

P.D. Necesitamos renovación para una tercera temporada para ayer.

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