Crítica de la serie 1923

El universo Yellowstone sigue afianzándose a base de series de calidad que van conformando la épica historia intergeneracional de los Dutton. Tras la homónima Yellowstone, protagonizada por Kevin Costner y situada en la actualidad, y 1883 (probablemente, el mejor western del siglo XXI), ahora toca ver qué pasa con el rancho en el siglo XX. Las tres series se encuentran disponibles en la nueva plataforma SkyShowtime.

Si en 1883, la primera precuela del éxito creado por Taylor Sheridan (el guionista de Comanchería, una de mis películas favoritas de la última década), conocíamos a los primeros Dutton que llegaban a Montana, ahora es el turno de ver como están las cosas por el rancho en la segunda década de los años 20, periodo de entreguerras con la Gran Depresión a la vista, la Prohibición y una modernidad galopante llamando a las puertas del viejo mundo.

En 1923 asistimos al desarrollo en paralelo de tres historias destinadas a confluir. El eje lo encontramos, cómo no, en el rancho Yellowstone, liderado en esta época por Jacob y Cara Dutton (nada menos que Harrison Ford y Helen Mirren). El veterano matrimonio -hermano y cuñada, respectivamente, de James Dutton, cabeza de familia de la serie 1883– deberá hacer frente a las peligrosas amenazas que se ciernen sobre sus tierras… Que ponen en serio riesgo no solo su propiedad, sino su estilo de vida frente al despiadado progreso. El salvaje oeste va quedando atrás, pero aún existen ciertas reminiscencias, vacíos de poder y un personal sentido de la justicia, que hacen de esos años una época todavía peligrosa y turbulenta.

La segunda es una historia de pura supervivencia protagonizada por Teonna Rainwater (Aminah Nieves), una de tantas indias secuestradas y escolarizadas a la fuerza en una institución cristiana regida por unos valores bastante alejados del amor, la caridad o el respeto al prójimo. Una brutal presentación y posterior huida que se lleva algunos de los momentos más violentos de la serie, poniendo de relieve la enorme brecha racial con los diferentes pueblos indígenas americanos.

La tercera historia de 1923, la favorita de un servidor, es la que tiene lugar en África, en las indómitas llanuras de Kenia. En tan exótico paraje encontramos también a un Dutton, Spencer, el hijo pequeño del mencionado James. Tras sufrir una suerte de estrés postraumático causado por la Primera Guerra Mundial, el bueno de Spencer se encuentra cazando a sus demonios, también leones y leopardos, a cambio de una buena paga.

“Me gano la vida matando”, es una de las frases de Spencer, con lo cual está casi todo dicho. Y digo casi porque el hombre esconde una faceta más sensible y profunda que será despertada por la también aventurera Alexandra. Ambos vivirán un romance al más puro estilo classic Hollywood, aderezado con peligrosos safaris, embarcaciones de dudosa fiabilidad  y un ex de la alta nobleza. Los hermosos paisajes africanos, la intensa banda sonora, ecos a Memorias de África y la química entre Brandon Sklenar y Julia Schlaepfer hacen el resto.

Lo único malo de la serie –aparte de que no alcanza la épica belleza de su predecesora 1883 y un villano cuyos gustos sexuales desentonan en exceso- es que está insatisfactoriamente incompleta. Acaba con todas sus historias en el aire a la espera, presumiblemente, de que queden cerradas en la confirmada segunda temporada.

La serie 1923 aúna ecos de western, aventura africana, melodrama histórico y romance, personajes de fuerte carácter envueltos en situaciones límite, todo bien envuelto con magnéticas interpretaciones, una cuidada ambientación y una buena ración de intensos diálogos marca de la casa. Una más que recomendable adición al Yellowstone-verse.

«Esto no es venganza, es preservación» – Jacob Dutton.

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