Crítica de la temporada 2 de Altered Carbon

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Análisis sin spoilers de la temporada 2 de Altered Carbon

Hace poco más de dos años, a principios de febrero de 2018, Netflix sorprendía sacándose de la manga una ambiciosa serie de ciencia-ficción que, adaptando una novela de Richard K. Morgan, picoteaba aquí y allá en un inmenso océano de referencias del género para crear un atractivo universo, con su pequeña dosis de complejidad y, por qué no decirlo, su buena cantidad de burradas.

La primera temporada de Altered Carbon presentaba un futuro muy distante (siglo XXIV, nada menos) en el que los seres humanos se habían convertido casi en inmortales. Casi puesto que, en ese futuro, somos capaces de guardar nuestra consciencia, alma o como se quiera llamar, en una plaquita llamada “pila” que es a su vez colocada en diversos cuerpos perecederos o “fundas”. De esta manera, siempre y cuando la pila no sufriera daños, una misma persona podría vivir eternamente, saltando de funda en funda, cambiando de cuerpo como el que no quiere la cosa, hasta el fin de los tiempos.

Evidentemente, la cosa no es tan sencilla. El mundo de Altered Carbon, peligroso y despiadado, no pone fácil lo de sobrevivir, y si no que se lo digan al ¿bueno? de Takeshi Kovacs. El protagonista de esta historia, en la primera temporada con el cuerpo de Joel Kinnaman (The Killing) y aquí con el del Falcon Anthony Mackie, las pasa canutas enfrentándose a hordas de enemigos en la búsqueda de la persona más especial de su mundo: Quell Falconer.

La primera temporada, una mezcla desvergonzada de la filosofía existencialista tipo Blade Runner y la acción con casquería estilo Desafío Total, poseía un tono detectivesco y de cine negro que en esta nueva tanda de episodios se va diluyendo para abrazar de forma definitiva el thriller de acción futurista. También se percibe cierto cambio en Takeshi Kovacs (mira que mola el nombrecito), y no solo en el evidente cambio de rostro. El Kovacs de esta nueva temporada es más “amable”, por decirlo de alguna manera, sigue siendo una máquina de matar pero no resulta tan ambiguo como el interpretado por Joel Kinnaman.

Anthony Mackie está más que correcto en su papel, pero no se puede evitar echar de menos la mala leche que proyectaba Kinnaman en la primera temporada. Esta segunda temporada también carece de un villano central carismático tipo James Purefoy, en su lugar el protagonismo general se reparte entre varios personajes (algunos más oscuros que otros), viendo aumentada su importancia el curioso Poe (Chris Conner). Este es un personaje secundario con un interesante arco, un ser virtual, una Inteligencia Artificial que tendrá que lidiar con ciertos problemas de lo más humanos.

La creadora y guionista Laeta Kalogridis otorga un protagonismo creciente a la otrora líder revolucionaria Quellcrist (interpretada por Renee Elise Goldsberry). Desde un primer momento se encuentra en el ojo del huracán de la trama, pero con el paso de los episodios su presencia y peso se va materializando más y más, convirtiéndose casi en una líder mesiánica, la piedra angular para luchar contra los poderosos Mats, los seres humanos más viejos del lugar que cuentan su existencia por centurias.

En lo estético, Altered Carbon funciona a partir del clásico (ya estereotipado) futuro distópico con elementos ciberpunk y neones, explorando hacia la segunda parte de la temporada nuevos y agradecidos paisajes. No aporta nada especialmente original pero aguanta bien el tipo, trasladándote de forma sencilla pero eficaz a esos nuevos planetas habitados por la especie humana.

Altered Carbon sigue siendo un producto sumamente disfrutable y violento, pleno de ideas estimulantes, pero ha rebajado el tono. Continúa la sangre a borbotones y las matanzas a tutiplén pero ha bajado el nivel de depravación, también el erótico-festivo que veíamos en la primera temporada. La historia está más centrada, más convencional si se quiere, con cierto halo de romanticismo pululando por ahí. Takeshi Kovacs se nos relaja un poco.

Los ocho episodios de la temporada se beben como un par de copas un sábado por la noche. Un gran divertimento, visualmente llamativo y con multitud de temas interesantes que van salpicando la trama principal: desde la inmoralidad de la inmortalidad a la concepción de la realidad, que hacen de Altered Carbon una estupenda opción de evasión. La pondría un escalón o dos por debajo de su predecesora, pero estaría encantado de volver a visitar esos mundos futurísticos en una nueva temporada.

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