Análisis en profundidad de Generation Kill

En un mundo democratizado por las nuevas plataformas digitales, la opinión sobre series de televisión se halla completamente polarizada. Ahora solo se hablará de Stranger Things, muchos blogueros afirman que Chernobyl es la mejor serie de la historia. Argumentos extremistas creados con la única intención de crear titulares con gancho. Por suerte, hay un showrunner que escapa de todas esas modas pasajeras: David Simon y su Generation Kill.

David Simon es un nombre que no sonará mucho a los neófitos. Pero, es el padre de la que sí que probablemente sea una de las mejores series de la historia: The Wire. La serie de culto de HBO -junto a Los Soprano- que hizo saltar por los aires la forma de hacer televisión. Además, todas sus series requieren un visionado, por lo que aportan al mundo de la televisión: The Corner, The Deuce, Treme, o esta Generation Kill.

Generation Kill es una miniserie marcada con el inconfundible sello de calidad de HBO. Una de esos programas con los que la cadena lucha para conquistar un nicho muy específico de la audiencia: el que busca la calidad. Por lo tanto es una serie que huye de los estándares instalados en la industria: olvídate de cliffhangers de infarto, olvídate de momentos tipo videoclip de la MTV. Calidad, calidad y calidad.

Basada en la novela homónima de Evan Wright y emitida en 2018. Cuenta con 7 episodios de una hora de duración, se puede ver en HBO. Para los que solo piensan en la notas que otra gente pone, reafirmando sus gustos personales, decir que en portales como Filmaffinity cuenta con una media de 7.6.

En Generation Kill, David Simon, junto con la producción de su inseparable Ed Burns, desarrolla su particular visión de los acontecimientos sucedidos en la guerra de Irak. Sí, la cruzada que emprendió Estados Unidos para conseguir un enclave estratégico, con la excusa de las armas de destrucción masiva.

Aunque la producción es espectacular, no esperes grandes batallas épicas y escenas interminables de acción. Lo cual no es óbice para que no hayan grandes escenas, decorados que muestran ciudades arrasadas o una fotografía grandiosa.

David Simon, decía, trata de narrar su personal visión del conflicto. Una serie bélica hiperrealista, que por momentos se confunde con un pseudodocumental. Si quieres saber cómo es el día a día, la rutina de una guerra; esta es tu serie.

Simon no se preocupa por ofrecer grandes respuestas grandilocuentes sobre la conveniencia o no de esta, o de otras guerras. El artista, creo yo, solo tiene el compromiso de formular las preguntas, de hacernos refleionar; el resto lo deberemos hacer nosotros.

Generation Kill es un retrato de una generación muy característica, una generación perdida. La de jóvenes desarraigados que han crecido viendo pelis de acción y jugando a videojuegos como Medal of Honor. Lo que les ha llevado a una insensibilidad manifiesta ante la violencia. A la búsqueda de una necesidad de adrenalina en estado puro, muy complicada de encontrar en las dos dimensiones de una pantalla.

En la serie, se rompe con el cliché edulcorado de las grandes cintas bélicas. La guerra no tiene nada de épica, ni tiene un carácter heróico. Las guerras son una mierda.

En Generation Kill encontramos una guerra de unos veinte días, suficientes para conquistar un país y arrasar las convicciones y sueños de una sociedad. Suficiente. Como se dice durante uno de los episodios, la Guerra de Irak fue una batalla de los Estados Unidos por querer implantar su modelo de negocio. Todo estará bien si consiguen construir un McDonalds en las calles principales de las ciudades arrasadas. Si se consigue poner un sinfín de Starbucks para que los niñatos vayan con sus portátiles a escribir sus novelas y a escuchar música de Norah Jones.

Mientras nadie nos destroce nuestro patio trasero, mientras no se entorpezca la tranquilidad de nuestra rutina, todo irá bien. Como dice uno de los personajes, las guerras se inician para que el resto de la población pueda seguir con su insignificante vida.

“Los marines somos los pitbull de los Estados Unidos: nos pegan, nos maltratan y de vez en cuando nos dejan ir para que ataquemos a alguien”

Una auténtica ruina de contienda. Una chapuza, ahora sí, de dimensiones épicas. Soldados dirigidos por unos superiores ineptos, solo preocupados de colgarse alguna medalla y salir en prime-time en la CNN. Ataques que arrasan pueblos por error, asesinatos de civiles por desinformación en el frente, armas que no funcionan o equipo táctico defectuoso. Eso fue la Guerra de Irak.

En la serie, observamos: largas caminatas que no conducen a ninguna parte, los abusos de la autoridad y de los grandes comandantes, la obsesión por imponer normas absurdas por el bigote de los soldados, mientras se despreocupan otros aspectos tácticos, largas esperas en los vehículos esperando un nuevo objetivo, cómo relizan las tareas básicas de aseo.

Para esta Generation Kill, Simon reunió a toda una generación de grandes actores, talento en estado puro y un conjunto de rostros conocidos, que a día de hoy, colman la parrilla de televisión y cine.

Los dos protagonistas absolutos de la serie, provocan que solo por sus escenas, merezca la pena ver la serie: Alexander Skarsgard y James Ransone.

El primero, se ha convertido en uno de los rostros más importantes de la televisión y el cine. No hay producción que no quiera contar con el actor de origen escandinavo. Este es uno de sus primeros papeles importantes. Luego llegarían otros, como el del marido abusador en Big Littles Lies (también de HBO).

Su papel de líder solitario y atormentado encarnando al apodado Iceman, es excepcional. Y además, en uno de los últimos episodios, nos regala una de las escasas licencias poéticas visuales que tiene la serie: corriendo con el torso desnudo y los brazos extendidos, como si se tratase del piloto de avión que siempre quiso ser.

Generation Kill Iceman

Ransone, es un rostro conocido para los que idolatramos a Simon. Fue uno de los protagonistas sobre los que pivotaba la trama de la segunda temporada de The Wire, la de los estibadores. También lo vimos en la cancelada Low Winter Sun.

Quizá, sus largos discursos y disertaciones -puesto hasta el culo de pastillas- en el Hummvee (coche con el que los marines patrullan) sobre la sociedad americana, sean lo más valioso de la serie. Pero también, esa bis cómica y esos gestos con los que le toma el pelo al resto de compañeros y sirven para aliviar, un tanto, la carga dramática de la serie.

Pero junto a ellos, tenemos a otros actores como Michael Kelly (El Doug de House of cards), Wilson Bethel (Pointdexter en Daredevil), Starks Sands, Lee Tergesen o Billy Lush.

Precisamente, Tergesen encarna a un reportero de la revista Rolling Stone, un recurso para descubrir los entresijos del campamento militar, desde la perspectiva de alguien ajeno al mundo bélico. Desde su mirada, vamos observando cuáles son las motivaciones de este grupo de chicos, sus preocupaciones, sus deseos.

La guerra de Irak sirvió para muchos de ellos como una válvula de escape de sus vidas cotidianas y aburridas. En Irak conseguían ser importantes, destacar. Y cuando el correo traía noticias de su vida anterior, normalmente encuentran desolación y ansiedad. Tras la guerra le esperan divorcios, embargos, facturas que pagar; la vuelta a un mundo que les vuelve la espalda.

Chicos insensibilizados, que ansían obtener una misión importante que nunca llega, una oportunidad para matar y asesinar a enemigos de forma cruel. De sentirse importantes, de notar como la adrenalina invade su cuerpo.

Generation Kill no aparecerá nunca en los mentideros sobre series, ni en las redes sociales, ni en los blogs de grandilocuentes titulares. Pero es una serie que todo el mundo debería ver. Una serie que te atrapa poco a poco, sin darte cuenta, sumergiéndote en las atrocidades que una guerra siempre lleva consigo. Una joya televisiva, de nuevo de la mano de David Simon. Pero esto, quizás, no le interesa a nadie.

Monólogo sobre los marines que aparece en Generation Kill

Nací el 10 de noviembre de 1775 en el cráter de una bomba. Mi madre era un M-16 y mi padre el Diablo. Cada movimiento de mi vida es una amenaza para la tuya. Como alambre de espino y meo napalm, y puedo darle un tiro en el culo a un piojo a 300 metros. Recorro el mundo persiguiendo antiamericanos. Me mueve el amor de madre, los Chevrolet, el béisbol y la tarta de manzana. Soy un bruto. Soy ese hijo de puta sucio, asqueroso, maloliente, sudoroso, repugnante y guapo, que lleva más de 200 años alejando el lobo de la puerta. Soy un Marine de los Estados Unidos. Parecemos soldados y hablamos como marineros, pero les damos mil vueltas a los dos. Les robamos el águila a las Fuerza Aéreas, la cuerda al Ejército y el ancla a la Armada. Y el séptimo día, cuando Dios descansó, nosotros nos situamos en el perímetro, y desde entonces dirigimos la función. Guerrero de día, amante de noche, borracho a capricho y Marine por la Gracia de Dios. Semper fidelis!

Tráiler de la serie Generation Kill

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