El Universo Shyamalan

Si existe un cineasta conocido por tener el mismo número de detractores que de adeptos ese es M. Night Shyamalan. Emigrado a Pensilvania en su niñez, este director y guionista de origen Indio creador de El Sexto sentido, película de 1999 protagonizada por Bruce Willis  que, a todos los amantes del género de terror, nos hizo brincar de asombro en la butaca del cine al llegar al final del largometraje destaca, sobre todo, por esos inesperados giros argumentales que te dejaban sin respiración en una época en la que ya parecía todo inventado.

Muchos opinan que desde aquel film Shyamalan no sólo no ha vuelto a ser el mismo si no que jamás lo volverá a ser, otros esperan una remontada a mi juicio innecesaria, su esencia permanece intacta. Si estáis de acuerdo o no con estas  afirmaciones yo no puedo más que declararme fan incondicional de este  director, apasionado seguidor de otras «vacas sagradas» del cine tales como Alfred Hitchcock o  Steven Spielberg,  que  hace las cosas de un modo diferente y sobresale no sólo por la forma  si no también por el contenido de sus historias, por el mensaje que queda flotando en el ambiente después de verlas, un trasfondo que merece, siempre, ser tenido en cuenta.

En el Sexto sentido nos habla de la redención, del desesperado intento que lleva a cabo  el personaje de Willis para salvar a un niño que, irremediablemente, le recuerda a otro que en su momento no pudo ayudar; en Señales nos describe la crisis de fe sufrida por un antiguo sacerdote tras perder trágicamente a su esposa; en El Bosque de como un grupo de personas se mantienen unidas y firmes en sus convicciones ante una amenaza externa; y en La Joven del Agua queda de manifiesto que todos tenemos una misión que cumplir. En definitiva, para el productor de Wayward Pines, curiosamente, lo sobrenatural permanece en un  escéptico segundo plano.

Pero es en su última, La Visita,  película donde deja patente que también puede hacer del humor (aunque negro) su patrimonio. En «La Visita» continúa habiendo sellos propios del director al rodar una vez más en el área de Pensilvania y aunque, en esta ocasión, no se haya reservado un pequeño papel en el film hace un guiño a su  infancia al mostrarnos a la protagonista de la cinta inmersa en la grabación de un documental casero, recordando así sus inicios rodando con una cámara de Súper-8 aunque, claro está, su personaje se maneje con aparatos digitales. Un velado homenaje al cine que deja claro su amor por él.

Finalmente lo que tenemos ante nosotros es una pequeña, elaborada e inquietante pieza de desagradable humor negro, con su ya característico sorprendente final  donde todo encaja, la historia de unos modernos Hannsel y Gretel con unos abuelos más que excéntricos que consiguen que pasemos un buen rato. Por estos y otros muchos motivos estoy convencida de que M. Night Shyamalan no debería  ser recordado únicamente porque, al final, el personaje de Bruce Willis estuviese muerto.

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